LA RABIA, EL AMOR Y LA LUCHA CONTRA EL SILENCIO
Del 9 al 11 de Junio de 2011, la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Fundación Ourfila-Sejourné, de Amecameca, Estado de México, fue sede de una jornada político-cultural en la que se presentó el libro póstumo de Lalo Cisneros (sociólogo, etnólogo, profesor y maestrante en Planeación Educativa por la UAM-Xochimilco) y se exigió a la Procuraduría de Amecameca la resolución de su homicidio acontencido apenas dos semanas después de haber sido detendio, robado y golpeado por policías municipales de Chalco.
En esta jornada llena de dignidad, arte y lucha, destacaron la reflexión sobre la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, la crítica frontal a la violencia estructural desatadas a partir de la composición y la razón misma de ser del Estado y, desde luego, el reconocimiento a la fuerza y el tremendo cariño que seguirán desplegando las botas negras y el corazón imbatible de nuestro gran Lalo.
Puedes escuchar audios de la jornada en la ENAH y en Amecameca en las páginas de
Radio Chinelo y
La Voladora Radio (donde se incluyen participaciones de académicos, músicos, artistas, colectivos, activistas sociales y familiares y amigos de Luis Eduardo), además de observar más fotografías en el pérfil
Comité Lalo Cisneros de facebook.
Desde acá agradecemos a quienes han seguido y apoyado esta lucha por la memoria, la dignidad y la justicia emprendida por el Comité Lalo Cisneros, y además saludamos otros esfuerzos que ahora mismo caminan en México en esta misma dirección. Mantendremos informados a la gente querida y guerrera sobre los avances del caso de Luis Eduardo, y, mientras tanto, los dejamos por ahora con las siguientes palabras de Adriana López Monjardín:
Desde la ENAH, unas simples verdades para Lalo
Dicen los editores que el libro que hoy presentamos, La rabia, el amor y la lucha contra el silencio, de Luis Eduardo Cisneros Zárate, no se debió publicar así. Tampoco se debió presentar así. Aquí falta Lalo.
Y sin embargo, quienes no conocimos a Lalo, gracias a este libro que publican su mamá y su papá, sus amigos, sus maestras, sus familiares y tantos compañeros de estudios y de chelas, ahora nos damos cuenta de que nos perdimos de mucho.
Nos perdimos, entre otros, de:
Lalito
Lalicencia
Lalimosna
Lalombriz
Lalocomotora
Lalocura
Lalotería
Laluna
Lalucha
Gracias a la publicación de este libro, podemos conocer a Lalo. Compartimos su filo y su sentido del humor, sentimos muy cerca su ausencia. Sus poemas, sus cuentos, relatos y provocaciones, y su ensayo sobre el culto a la Santa Muerte en la delegación Venustiano Carranza de la ciudad de México recuperan los hilos de de tantos diálogos que se quedaron a medias. Recuperan las “lecciones de vida”, como la que recibió Lina Odena, maestra de Lalo en la carrera de Etnología en la ENAH, y que comparte con los lectores desde las páginas este libro.
¿Por qué no está aquí Lalo, Lalocomotora, Lalocura, Lalucha? Sus padres, Julia Zárate y Luis Gerardo Cisneros, lo explican desde las primeras páginas del libro. A finales de noviembre de 2008, Lalo fue asaltado y golpeado por policías de Seguridad Pública del estado de México. Al día siguiente, levantó acta por robo, lesiones y abuso de autoridad. En vez de justicia, recibió burlas y amenazas y pocos días más tarde, el 12 de diciembre de 2008, desapareció a la salida del Bachillerato Tecnológico Jacinto Canek, donde era profesor. Durante 42 días no se supo nada de él. Finalmente, su cuerpo apareció en el Semefo de Valle de Chalco, con la cartera vacía, sin ninguna de sus 9 credenciales y con una referencia policíaca absurda, que describía “un cuerpo de sexo masculino con edad de 50 años”. Se equivocó por más del 100%, porque Luis Eduardo tenía 24 años.
A la fecha, no hay información, no hay justicia, no hay culpables. El caso está “en resguardo”, es decir, archivado. Sus padres concluyen que “algunos servidores públicos son tan ineptos, déspotas y rateros como alguna de la gente que trabaja en los ministerios públicos del estado de México, quienes además aprovechan el disfraz, perdón, el uniforme, para abusar de la gente que deben cuidad y proteger”.
Lalo, estudiante de la ENAH, al igual que Pável González y Eric Cipriano –cuyas muertes siguen sin ser esclarecidas— y también como Mariana Selvas y Germán Ortega –injustamente encarcelados y torturados física y psicológicamente— no son víctimas del crimen organizado. No son “daños colaterales” ni un “precio a pagar”, como dijo el presidente Calderón. Son testigos de la falta de acceso a la justicia y de la impunidad que prevalecen en México.
Necesitamos saberlo y recordarlo siempre. Aquí y ahora, los estudiantes, trabajadores, profesores y autoridades de la ENAH necesitamos tenerlo presente, para no confundirnos, para no enfrentarnos entre nosotros con sospechas y estigmas, para no empeñarnos en controlar a quienes entran en la ENAH, a quienes esconden chelas en la marimba (o drogas, que también las hay), a quienes se van de vacaciones después de las prácticas de campo sin permiso de sus papás. Para cuidarnos, necesitamos mirar hacia fuera, hacia las policías, hacia los juzgados, hacia los ministerios públicos, hacia los retenes en las carreteras, hacia los “presidentes, magistrados y jueces sin ética y sin escrúpulos”, como nos dice Lina Odena en las líneas del poema que dedica a Luis Eduardo, a Pavel y a Erick, “inolvidables alumnos de la ENAH que han perdido la vida en este México violento”.
Necesitamos mirar hacia fuera, porque lo que nos pone en peligro no está entre nosotros y lo que nos puede ayudar a contener el peligro también va más allá de los policías que abren y cierras nuestras aulas y de nuestros reglamentos escolares. Hay que mirar, por ejemplo, hacia la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que recorre en estos días en norte del país y que le está dando voz, visibilidad, familia e historia de vida a algunos de los que antes eran sólo un número: a algunas de las 40 mil personas que han sido asesinadas durante este sexenio como resultado de la “guerra contra el narcotráfico” desatada por el gobierno; a algunas de las 18 mil 491 personas que han sido desaparecidas por abducción (los llamados levantones), sin que el gobierno sepa siquiera cuántos de ellos fueron muertos o liberados, porque no lleva un registro y mucho menos un seguimiento de estos casos.
Habrá que mirar hacia el pacto ciudadano que pueda surgir de la Caravana, hacia las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, hacia las redes, los grupos y los colectivos de la sociedad civil. Sólo entre todos podremos exigir justicia: que el gobierno haga su trabajo, que encuentre y procese a los asesinos de Lalo, que meta en la cárcel a los torturadores de Mariana Selvas, que castigue a los policías federales que antier allanaron el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte en ciudad Juárez. Es muy grave, pero también muy simple, no hay mucho más que hablar con quienes han tejido desde arriba la telaraña de la impunidad.
Finalmente, como una manera de sumarnos desde la ENAH, con nuestras propias voces y nuestros propios agravios, a la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, cierro esta invitación a leer el libro La rabia, el amor y la lucha contra el silencio de Luis Eduardo Cisneros Zárate con la lectura del poema de que se titula “Perdona querido Dios”...